La estrella.

La noche en la que bajó una estrella del cielo me pilló dormida. Se coló por una pequeña ventana y se enredó en mi pelo. Recordé cuando, de pequeña, se me pegó un chicle en mi larga melena. Despegarlo no fue una tarea muy difícil, simplemente, me corté ese mechón con unas tijeras, “volverá a crecer, gallo kíkere”.

Aquella estrella que bajó a la velocidad de la luz dejó algunos destellos en mi cama en señal de su paso. Mientras, yo seguía soñando, pero sé que fue en ese preciso momento, cuando lo hice con fuegos artificiales que cerraban el final de una bonita historia, mezcla de fantasía y realidad.

Las caras de las personas que creía conocer se transformaron en otras que no recordaba. Probablemente, seres de otras vidas donde hubo nacimiento, pero también, muerte. Donde sincronizamos nuestros tiempos para, al menos, hacernos un hueco al final del día.

En el cielo faltó, aquella noche, una estrella. Se divirtió dejándome constancias de vida, mientras yo seguía en coma profundo luchando contra las garras de una muerte con pulso.

Me desperté con la sensación de tener un chicle pegado en el pelo. Eso fue lo que me hizo recordar que fue ese el lugar dónde aterrizó mi estrella.

Ahora sonríe en el cielo acordándose de su travesura. Más grande, más brillante, más viva que nunca.

Autor: diarioderegistro

De paseo por el mundo terminé viviendo en él.

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