Siempre creí conocerlo. Creo que venimos a él con algunos conocimientos que, a-priori, adquirimos desde, quizás, el vientre materno. Además de los estímulos externos, nuestro código de barras viene impreso por esa carga genética que recibimos de nuestros padres.
Me cuesta creer que no existiéramos antes de estar aquí porque, ¿cómo explicar lo que no se ve? Aún así, no dudamos del aire.
Pero no sé si, precisamente eso, que existiéramos de antes, hace que cometamos los mismos errores. Las luchas de poder, las guerras, la necesidad de imponer un heredado criterio… nos hace ponernos una venda en los ojos que, al menos de niños, nos bajamos de vez en cuando para poder ver aquello que, no sólo teníamos delante, sino también lo que había un poco más allá.
La religión no es nuestra única creencia, independientemente de cual sea. La política, la memoria, el ego y esa maldita carga nos convierte en un cóctel que comienza con un dulce zumo de uva que, a veces, te termina envenenando.
Dicen que todos tenemos un doble… no sé si alguien más ha tenido la suerte de sonreírle al suyo y seguir pensando que, a pesar de todo, somos únicos.