Con lo que cuesta (dinero) y cuesta (personal) hacer una reforma y viene un jefe nuevo y mueven cielo y tierra para que todo esté a su gusto. Una vez más, siento que somos fichas (peones) en un tablero de ajedrez dónde el rey, probablemente, a penas se mueva de su casilla… a menos que se sienta amenazado.
Hay jefes a los que les gusta estar holgados. Creo que cuánto más grande tienes el despacho más poderoso te sientes… Eso me recuerda a otras comparaciones… A ver quién la tiene más larga, a ver quién mea más lejos… En fin, el caso es que los que estamos allí sacando el trabajo que, además, nadie nos manda porque cada uno sabe perfectamente lo que tiene qué hacer, estamos cada vez más apretaditos, entre corrientes de aire y desvelados por los primeros rayos de sol apuntando directamente a nuestras pantallas, y éstas, a nuestros ojos. Somos los olvidados de la seguridad laboral.
Luego hay gente que está peor. No sólo me quejo de lo mío. En primera linea han puesto a los más débiles. Personas con menos recursos para defenderse de los ataques de algunos leones que acuden a nuestra oficina. No todos son fieras, ni si quiera la mayoría lo son, pero, por estadística, entre tanta gente siempre hay más de uno. Esos son los que, normalmente, “te hacen la mañana”.
Mientras, la madre superiora sigue en su despacho, un chalet de dos plantas enfrente de muchos adosados y algún pareado que dejó la última reforma.
Al equipo se incorporan algunos aprobados a los que, sutilmente, y con algo de peloteo intentarán “sacarles el jugo”. En alguna ya he notado el cansancio por las injusticias que, cada día, surgen de los altos mandos.
Pasamos tantas horas allí que se podría decir que vivimos parte de nuestra vida en comuna. En nuestro caso, en una casa vieja donde las paredes, a veces, gritan con voces de esos que ya no están, pero que un día alzaron su voz. En algunas plantas el suelo cruje como si quisiera resistir un poco más al paso del tiempo para no arrastrarte con él. Tiene lógica, ya que, en su esencia, siempre fue un edificio muy amable.
Al fin y al cabo, todos seremos ilustres huéspedes de ese viejo hotel… o al menos, yo me encargaré de escribir parte de nuestra historia.