El sonido de un ola.

Quizás era por la cercanía del edificio al mar. O por lo que llevaron aquellas últimas olas que rompieron en su fachada, limpiando los recuerdos de tantos días de risa, llanto y, en algunos casos, de histeria colectiva. Podía ser por muchas cosas, pero también por ninguna.

Me asomé a la ventana de la primera planta. Por detrás de aquellos jardines asomaba una playa. Parecía un dibujo casi perfecto con el gran inconveniente de que, por allí, ya no quedaba ningún genio loco capaz de plasmar tanta belleza en un lienzo antes de que, muchos tontos, terminaran aniquilándola del todo.

Pude observar como el mar que en principio parecía un plato, comenzaba a formar “pequeñas ovejitas” que se iban convirtiendo en un enorme rebaño que nadaba hacia la orilla.

Recordé que era la forma en que mi madre sabía si iba a estar revuelto, así que, sin duda, sabía lo que ya se estaba formando.

Pronto pude ver como el ambiente se iba crispando en el interior de aquél viejo edificio. El murmullo de la gente nada tenía que ver con el sonido de las olas rompiendo en las rocas que hacían de muro para que sólo nos llegaran unas insignificantes gotas que, con el paso del tiempo, también formaron manchas de humedad.

Aquellos segundos, minutos, pero no horas que quedaban de calma fueron mi refugio. Mis pies quedaron clavados al suelo, delante de aquella ventana que me había chivado el misterio.

Mi mente no estaba ni fuera, ni dentro sino en ese preciso momento dónde tus ojos ya no miran y tus sentidos se despiertan para escuchar otras voces, otros sonidos que habían permanecido callados, esperando pacientemente su turno y sin intenciones de protagonismo.

La tierra, el mar, las ovejitas alcanzando la orilla y corriendo por la arena para colarse por mi ventana. El revuelo de la gente y el sonido de esas gotas que, al final, también se pudieron filtrar, se adueñaron de aquel lugar que en un pasado, no muy lejano, les había pertenecido. La historia fue mi refugio, del que solamente salí cuando el mar volvió a ser un plato y el sol secó las manchas de humedad.

Autor: diarioderegistro

De paseo por el mundo terminé viviendo en él.

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