Ciudad en llamas

Corrió calle abajo como lava
Su delicado cuerpo también ardía
Sus cálidas manos ahora quemaban
Y su pálido rostro ennegrecía.

Un estremecedor grito rompió el silencio de la noche
de las voces que antes callaban.
De sus bocas escuchó el murmullo.
en sus ojos se formó la escarcha.

Imploró el abrazo del frío
Suplicó que apagaran la llama
Pero nadie acudió en su ayuda
Y sí, todos miraban.

Jueces, causa y verdugo
acamparon a sus anchas
en aquella calle estrecha
donde una mujer se abrasaba.

Y sí, todos miraban
Y sí, todos brindaban.

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Oscura vigilia

Dentro de su cabeza sintió el inquietante ruido del crujir de las hojas secas.

En su mente dibujaba un otoño que no sabía si llegaría. Aún así, había decidido teñir sus días de rojo y aprovechando el torrente de sangre que hizo brotar de sus venas, pintó también un cielo.

“Del azul de sus ojos”, pensó. Una mezcla, rápida pero perfecta en su paleta, rebajó la intensidad del color que no supo plasmar la intención de querer conservar en un frasco la belleza.

“Un exceso de bilis negra” – justificó con ese diagnóstico su ya desbordada locura. Se creyó un genio dándole forma al arte, pero de la pedrada en su frente tan solo corrían gotas de sudor y, hasta eso, él confundió con mares. La involuntaria reacción de su cuerpo ante la exaltación provocada por la liberación de su obsesión fue clara señal de alarma. Nunca lo vio nadie y él tardó mucho tiempo en darse cuenta de que la bestia, y no el genio, había ganado la batalla.

Sabía que era uno y mil, pero en su carta de presentación siempre prefería refugiarse en su personaje más amable y, entre tantos, había uno. El que defendía como deidad no era para nada el mismo que aquel ser que también habitaba en su interior y que cuando se despertaba causaba “esos horribles destrozos” Un espectro que rodeaba su aura y la corrompía. Alejándose de lo divino y acercándose a lo despreciable… pero inextricablemente unidos.

Para terminar su obra y encontrarle algún sentido no se privó tampoco del olfato, robando por completo su aroma. A medida que daba muerte a su cuerpo le daba vida a un lienzo que luego, terminó firmando con el negro color de su trenzado pelo.

Al disiparse la locura regresó el dolor, la rabia, la ira, la tristeza y también el llanto.

Su cuerpo no yacía sobre la arena de una playa sino sobre el frío suelo de un cuarto oscuro sin ventilación, ni ventanas. El zulo que él tenía preparado para sus “momentos de arrebato”, de “bilis negra”, de genio atrapado. “Viejo loco”- dijo en voz alta mientras la miraba. Luego se dirigió hacia el retrato y el lienzo se transformó, de repente, en una sucia sábana arrugada lanzada sobre un colchón mal colocado en el suelo. Todo estaba sucio y descuidado, tanto como él. Al mirarse en el espejo que había situado justo en frente de la chica vio su arrugado rostro manchado de sangre y pintura. En sus manos aún tenía restos de las vísceras de su última musa. El ruido de las olas del mar se alejaba y comenzaba a escuchar el chirrido de unas aves carroñeras.

En su déjà vu dibujaba el otoño pero aún era verano. Miró a su alrededor y pensó: “Gracias a dios todavía queda tiempo para que no crujan las hojas”

La mujer en la ventana

Pasaba las tardes enteras asomada a su postigo. Era lo mejor de su casa. Una ventana pequeña que hacía de gran terraza que daba a la calle. El paisaje había cambiado a través de los años, poniéndole a ella todavía más difícil, la dura tarea de saber donde estamos o quienes somos cuando olvidamos parte del paso y del peso de nuestra vida.

Todos la saludaban porque todos la conocían pero ella, la mujer más amable y bondadosa, ya no recordaba a casi nadie. Les devolvía el saludo con una enorme sonrisa y alguna frase donde se notaba el esfuerzo de pronunciar un nombre.

Había días en los que su mente la situaba en el lugar y en el tiempo adecuado, pero había otros muy crueles, donde sus únicos recuerdos se remontaban a su infancia. Se sentía una niña y buscaba a su madre. No recordaba que ya no estaba, y nunca supe si era más doloroso ser consciente cada día de esa pérdida o olvidarlo todo para recordarlo de repente y vivirlo como la primera vez.

Que rara es la memoria cuando olvida. Sentirte una extraña rodeada de la gente que más quieres y te quiere. Perder a alguien a quien ves todos los días. Intuir sin conocer, ni comprender nada.

Así la conocí. Mi recuerdo es la venganza por lo que le arrebató a ella el olvido. Porque aunque han pasado muchos años y en esa, su calle, ya no puedo encontrarla a ella, ni si quiera su ventana, su recuerdo permanece firme. Sus ojos de púpilas brillantes llenas de vida. El sonido de su voz canturreando. Su pelo blanco y suave, o incluso su caligrafía. Su amor a la vida. Su dedicación a todos. Sus extraños refranes que ahora cobran sentido. Su olor y el sonido de un postigo viejo que se abre en la memoria de todos los que la conocimos.

La Casa de Arriba

Y aunque en un principio fue la prolongación de la casa de abajo, y practicamente era el lugar a donde solo ibamos a dormir, con el paso de los años, y lo que nos arrebata, llegamos a pasar más horas en aquella casa. Hasta que después de algún tiempo, se convirtió en la única casa.

Había una enredadera que fue creciendo hasta rodear casi todo el salón. Mi madre solía cantarle a las plantas, y ellas crecían a sus anchas por aquel piso sin requerir demasiados cuidados.

Había un mueble, el típico mueble de salón con un hueco para la tele, y que servía también de soporte de un montón de figuras con las que antiguamente se iban rellenando los espacios, y que se colocaban a veces a modo de trofeo. Unas baldas pensadas para colocar libros, porque en casi todas las casas había alguna de esas enciclopedias que siempre te vendían con un goloso regalo (ahora artículo barato de cualquier tienda de todo a un euro). Mueble que un día, mi padre, tuvo la idea de cortar por detrás con una sierra para poder pasar los cables de la tele, el video, y no recuerdo que más. Dejando de recuerdo un imperfecto cuadrado hecho a serrucho y sellado luego con esparadrapo. Quizás la pobreza entrañe cierto peligro. Aquella gran escalera de madera de la casa de abajo, los trabajos de carpintería, y electricidad a manos de no profesionales… una hija encontrada entre bolsas de basura. Ser la más pequeña también entraña ciertos peligros… pero lo recuerdas de manera entrañable, como tus padres recordaban su infancia, una mezcla de tristeza y felicidad.

El olor a comida, en cambio, siempre estuvo más presente en la casa de abajo. No se si fueron más años, pero fueron esos años donde la memoria prepara una habitación especial para algunos recuerdos, un espacio acojedor dentro de una casa idílica de donde nunca nadie querría escapar… más ahora que antes.

Pero mi habitación siempre estuvo en la casa de arriba. No tengo sueños, ni pesadillas que recordar en la casa de mis abuelos. Los fantasmas de la noche solo vivían arriba. Pero me sentía cómoda allí. Estaban mis padres, y mis hermanos mayores, para mi los superhéroes de mi infancia… luego aparecieron Super Man, Super Ratón, Popeye y Mary Poppins. Los consejos de mi madre para atraer el sueño y las boberías de mi padre, que casi siempre me hacían reir, fueron la terapia para mis miedos nocturnos.

El papel pegado en las paredes que un día decimos quitar entre todos. Una capa de pintura, un salón nuevo y una pequeña reforma en baño y cocina la convirtió en un nuevo hogar, pero sin darme cuenta, habia desaparecido parte de mi vida, de mi infancia, de mi preciosa rutina donde pasaba las tardes en la casa de abajo y las noches en la casa de arriba.

Entre cuatro paredes.

Me sentía extraña en la puerta de aquel edificio al que entraba con mi propia llave. Era raro, pero los únicos ojos que me intimidaban estaban detrás de aquella puerta, y aún así, debía entrar.

No se por qué motivo, intenté no hacer ruido al meter la llave. No había nadie más en la calle, y él, seguía ahí, mirándome.

Examina con atención cada movimiento que hacía, sin disimulo. Con total descaro siguió observando como conseguía abrir la puerta con poco acierto y muchas prisas.

No era la primera vez que lo hacía. Trataba con desconfianza a los vecinos del edificio pero actuaba de forma diferente ante los desconocidos.

Supongo que era ajeno a mi circunstancia. ¿De dónde volvería a esas horas? Pensaría. ¿Por qué a veces se tiende a creer lo peor de las personas?

Mientras tanto, un corazón roto volvía a casa después de dejar su amor en un pasillo frío.

Y sin su tacto, ni su voz, volví sin alma.

Luces de ciudad

Alumbrando pasajes de mi vida. De una vida que a veces camina dormida. Monótono paseo que me lleva al trabajo, y allí, en modo avión, sigo la instrucciones necesarias para abandonar mi mente pero sin dejar mi cuerpo. Necesito mi presencia, o quizás, la necesiten más otros. Estar por estar es también a veces un estilo de vida.

A pesar de tener la mente en todo y nada a la vez, no me desligo de tu pensamiento. La prueba más evidente de que sigo aquí, tu existencia. Y pasas por mi lado devolviéndole a este día la luz que se apagó al entrar en esta habitación vacía de amor y llena de malas intenciones.

Y si solo las veo yo, me arrancaré los ojos… Y solo las escucho yo, desterraré a los fantasmas de mi mente… Pero si solo quedo yo, no te olvides de ese mundo interior… ni de su esencia.

Ciudad dormida.

Quizás más despierta durante la pandemia, aunque muchos no lo pudieran ver . Ahora que volvemos a una normalidad anormal me doy cuenta de que ciertas libertades nos hacen caer en la falta de solidaridad, de empatía, de AMOR en mayúsculas porque amar la vida no debería empezar por uno mismo cuando hay personas que lo hacen tan por encima de todas las cosas que se olvidan de que matan el origen de lo que les hace respirar. Cada vez noto más la falta de oxígeno. El latir de la Tierra se vuelve debil porque sus venas están taponadas y rara vez se queja, pero si pones atención escuchas como se queda sin aire.

Nunca amenaza con un último suspiro. En ocasiones se cobra parte de lo que le quitamos, de lo que le seguimos robando. Con o sin conocimiento de ser culpables o cómplices, o las dos cosas a la vez, de una muerte anunciada, miramos cada día para otro lado, el que más nos conviene. Nos preocupamos de todo menos de dónde sale el aire que llena cada segundo nuestros pulmones, cada día, mes, año… nos lo ofrece gratis, en un mundo donde todo se compra y se vende.

Declaración de conciencia. Vivir el presente. Darle la mano. Echar la vista atrás para enmendar los errores. Utilizar la información que antes desconociamos, sonreirle de vez en cuando… Ofrecerle una caricia, una palabra bonita, mimar la Tierra. Hoy quiero darle las gracias por cada rayo de sol que ha calentado mi piel, por el oxígeno que nos da vida, a pesar de que seguimos maltratando la fuente, y por ese mar inmenso. y esa tierra que nos llena de energía.

De las últimas semanas

¿Sigue siendo el fútbol el opio del pueblo? Actualmente existen nuevos estupefacientes para mantener a parte de nuestra sociedad dormida, pero la salida de Messi del F.C Barcelona, vuelve a dejar latente cuál es el verdadero sedante del pueblo. La polémica salida del futbolista argentino ha provocado numerosas reacciones. La televisión, los periódicos y como no, las redes sociales. Estas últimas quizás se han convertido en otro elemento indispensable para mantener a la gente distraída, con la diferencia de que el buen uso que se haga de ellas puede mantenernos más despiertos que dormidos, más alertas que distraídos, más presentes que ausentes… y también, más informados. Pues eso, de estos dias de fútbol, que el 10 será el 30 y que dolió, y seguirá doliendo. Ahora el tango se bailará más en París.

Seguridad Social… Sociabilidad insegura

La S.S que me hace pensar en las S.S de otro país,  de otra época,  de otra intención… o de otras maneras de tener a la sociedad en jaque.

Si hoy en día  tienes la suerte de poseer una salud de hierro, poco les vas a temer.  Si por el contrario,  necesitas hacer uso «del mejor sistema sanitario público del mundo»… conviértete en un maestro zen. Libérate del karma de la impaciencia… be water, my friend, aunque sea para que todo te resbale.

Aprende de los métodos «usted puede sanarse a sí mismo». Vuélvete autodidacta, estudia una carrera. .. planta un árbol… mira como crece. Siéntate en una de sus ramas… y espera.

Cuenta la leyenda que hay gente que contrata seguros privados. .. cuenta la leyenda que fueron atendidos más rápido.

Un paseo por el mundo

Por mi mundo, que es el  tuyo, aunque siempre diferente. El mismo para todos, distinto par ahora a algunos.

Un paseo por las nubes, diáfano espacio en el cielo. Santuario de los mejores recuerdos.  Infinito salto del tiempo. Años que van pasando haciendo del camino un sendero estrecho, aquel que en la infancia fue ancho, aquel que de niña era largo, y ahora no parece tan lejos.

 

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