Era un roto en el pantalón que un día se puso de moda.
Una herida molesta que no termina de cerrarse.
Ese reflejo de luz en la ventana que te ciega.
Un recuerdo lleno de polvo para limpiar y guardar.
Un sendero en forma de bucle que te devuelve al mismo sitio, una y otra vez.
Ese lugar daba miedo. Sentía escalofríos cada vez que atravesaba sus pasillos. Podía escuchar las voces que cuchicheaban a cada paso que daba. Me observaban. Me seguían con su mirada, y me juzgaban. Sus ojos se clavaban en mi alma y, a veces, pertenecían a diferentes caras, o a ninguna.
Enfermé. Ellos consiguieron que también lo hiciera más gente. Todos sabían que en algún momento les podía tocar, pero solo algunos asociaban sus síntomas con aquel desolado edificio.
Subí por las escaleras para dirigirme al baño que había en la segunda planta. Eran las tres y media, y casi no quedaba nadie en la oficina. La primera puerta a la derecha, cómo no. A pesar de que estaba limpio su aspecto era de sucio y descuidado. Necesitaba una reforma urgente. El edificio se estaba cayendo a cachos, pero allí seguíamos, a nadie le importaba si algún día se derrumbaba con nosotros dentro. Hasta que no pasa algo grave, no cambian las cosas, y aunque allí ya estaban pasando, todo seguía igual. Abrí el grifo, me lavé bien las manos, y me refresqué la cara. Cerré los ojos y estiré el brazo derecho en busca de un trozo de papel para secarme. Al abrirlos vi su imagen en el espejo.
Extrañamente no me asusté, a pesar de que sabía que no había nadie más en aquel pequeño cuarto de baño. Acto seguido desapareció, como si hubiese sido una alucinación. Esa vez el miedo no me paralizó. Sentía más angustia por el mundo de los vivos que por el desconocimiento de lo que, de alguna manera, también existía en aquel lugar pero que ni se veía, ni se podía explicar. Ahora tenía una prueba más. Esa sensación se había materializado en forma de cuerpo, al menos durante unos segundos. Me pareció que a él también le había sorprendido que pudiese verlo a través del espejo del baño de esa misteriosa segunda planta. Quizás ese viejo hotel comenzaba a tener algo de encanto.