La Hermana (la chica del bar)

Se dejó vencer por el peso de su cuerpo. Aquella noche había iniciado esa batalla con el mismo sentimiento de derrota con el que se fue a la cama la noche anterior. – “así no se puede ganar una guerra” – pensó mientras intentaba dar instrucciones a sus pies para que no le dejaran caer en medio de aquel estrecho pasillo.

Primero le echó la culpa al cansancio, pero enseguida se dio cuenta de que su cuerpo estaba experimentado el efecto que provocaba alguna de esas pastillas que él mismo recetaba. Recordó la extraña conversación que había tenido con la chica del bar. Estuvieron horas hablando de sus vidas. Ahora pensaba que, quizás, él más que ella. – parece que el doctor necesitaba terapia. – Fue en ese momento cuando realmente se dio cuenta de que, después de algunas copas, se había “desahogado” con la desconocida “más de la cuenta,” dándole algunos detalles de su vida que no hubiese compartido con sus pacientes. – al fin y al cabo, era la hermana de Sara, su primer paciente. Aunque hacía años que no la trataba, algo le decía que aquello no estaba bien. Aún así, ya era tarde para lamentarse. Ya estaba hecho. Solo le dio tiempo a atar algunos cabos más antes de quedarse completamente dormido.

“Llevaba las uñas pintadas de un color naranja intenso. Fue en el mes de agosto. No recuerdo el día exacto pero sé que tenía que ser la primera semana de un verano que estaba siendo especialmente caluroso.

Me había ganado su confianza. Era una chica bastante reservada. La convertí en mi paciente desde el mismo momento en que la vi. Eso fue mucho antes de que ella accediera. Analicé cada gesto, cada palabra. Le quité la condición de persona. La transformé en sólo un sujeto. Era perfecta para poner en práctica mis conocimientos. Mi conejillo de indias tenía un nombre. Me obligué a borrar su identidad. Sin duda había encontrado a mi musa. Desde ese mismo momento decidí que sería la protagonista del ensayo en el que se basaría mi tesis doctoral. Sara era real. Había enterrado su recuerdo en un lugar de mi mente donde habitan varios fantasmas. Ocho años más tarde, uno, andaba suelto.

Nunca me habló de su gemela. “Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger ….” John B. Watson. Si lo hubiese sabido en aquél momento me habría tentado la idea de estudiar la genética conductual de los gemelos. En ese supuesto, puede que el desenlace hubiese sido todavía peor, aunque me hubiese evitado ser hoy su objeto de ensayo”.

Antes de quedarme dormido volví a escuchar su voz. – “Mi hermana quería ser psicóloga porque desde niñas vimos como nuestra madre se iba sumiendo en una profunda depresión sin que ningún “experto” consiguiera dar con un tratamiento que la mantuviera, a la vez, feliz y despierta. Yo, en cambio, quise descubrir de qué estaban compuestas todas esas pastillas que le habían mandado a lo largo de su vida y que la terminó llevando al suicidio. Estudié química. Posteriormente, un Máster en ingeniería, y tras alcanzar algunos éxitos profesionales que me provocaron una falsa sensación de felicidad, me di cuenta de que nada tenía sentido sin Sara. Fue entonces cuando empecé a investigar su desaparición. Encontré algunas pistas en su diario que me llevaron a ti, y cuando te vi, supe que habías sido tú. Solo me quedaba demostrarlo. Me obsesioné contigo. Con tu carrera. Me olvidé por completo de la mía. He dedicado un año entero de mi vida a hacer contigo lo que tú hiciste con ella, y ahora estamos en el mismo punto de aquel loco experimento en el que decidiste descubrir cada efecto secundario en su cuerpo hasta causarle la muerte”.

– ¡Fue un accidente! – fue lo único que pude balbucear antes de quedarme dormido. Mi cuerpo estaba totalmente paralizado. Entendí que estaba siendo víctima de una venganza y acepté mi castigo. Luego, me quedé dormido.

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Autor: diarioderegistro

De paseo por el mundo terminé viviendo en él.

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