Un rompecabezas, un sudoku, un jeroglífico… un interminable juego de rol. Personas que se mueven como fichas de un tablero en una partida donde se establecen determinadas reglas, pero donde también cada uno elige la mejor manera de jugar su partida.
A veces me pierdo entre estrategias que no detecto como tales hasta que, por fin, descifro el mensaje y aprendo. Pierdes, aprendes. Ganas, aprendes. Pero cuando empatas puede crecer la rivalidad en el juego.
Tomarse la vida con sentido del humor para mi no es sinónimo de reírse de la gente. Hace algunos años, bastantes ya, podía hacerme gracia ese mismo tipo de humor que hoy critico. Me di cuenta de que detrás de esas bromas absurdas se escondía una verdad disfrazada. Tener la total libertad para decir algo que si se dijera de otra manera, en tono serio, podría hacer quedar mal a la persona que vierte su pensamiento – se libra de la responsabilidad de lo dicho convirtiéndose en un cobarde que tiene miedo a expresar lo que siente ante los demás, y por eso utiliza el recurso de la broma para reírse de otros.
Desde mi punto de vista hay que tener cuidado con eso. Hace poco leí sobre una “broma pesada” que se hace en no recuerdo qué país donde eligen a alguien y le cuelgan una personalidad inventada. Empiezan a crear en torno a esa persona – él o ella – un personaje irreal, al que le van poniendo los peores carteles. Lo llenan de adjetivos negativos hasta que, al final, todo el mundo lo ignora y… lo que no se ve, no existe. El vacío social termina enfermando a la persona, y ahí, termina “la broma”.
Creo que hay que tomarse la vida con humor pero sobretodo con AMOR. Se lleva antes a la normalidad la crueldad que la diferencia. Si respetamos que alguien sea de una manera, pero su manera, es reírse de las maneras de otro, hay algo que no me cuadra. Cuando en el humor, el objeto de burla no se ríe, no es una broma, es una agresión. Y si día tras día ese individuo» tan gracioso» utiliza el mismo recurso de vida, no es «una persona con mucho sentido del humor», es un psicópata. No sé por qué, pero a mi los payasos siempre me dieron un poco de miedo.