Caminé a tu lado tantas veces
Recorrimos tantos sitios
Conocimos tanta gente
Desgastamos tantas vidas
Que perdí la cuenta de los hogares que no formamos
de los romances que no tuvimos
de los hijos que no llegaron…
Mientras apresurabas el paso
sin saber lo que buscabas
Sintiendo que no me tenías
Repitiendo que no me importaba
Pagando lo que debía
Por no reprimir mis ganas.
De verte día tras día
Hasta que el sol brilló en tus canas.
Hoy se cumplen cien años de ese horrible suceso. Como cada día esperaba verte. Te acompaño desde primera hora de la mañana. Cuando te despiertas y abres los ojos, e inmediatamente saltas como un resorte de la cama. A veces, te acaricio el pelo y consigo que te quedes un rato más descansando. La última vez te enfadaste contigo misma pensando que habías parado el despertador y, que por eso, habías llegado tarde al trabajo ese día, pero no fue así. Apoyaste tu cara en mi mano y me invitaste a entrar en tus sueños. Te dormiste, sí, pero fue mi culpa. Desde entonces solo lo he vuelto a hacer algún fin de semana.
Tengo la sensación de que hoy te costará un poco más que otros días levantarte y prepararte para ir a esa triste oficina donde ni si quiera valoran lo que haces. Con un poco de suerte, lo harás con más ganas al recordar mi cara en aquel espejo. O quizás, te di tanto miedo que ya no volverás a subir al baño de la segunda planta. Anoche no pude colarme en tus sueños. Me quedé tan sorprendido de que pudieras verme que no me atreví a seguirte. Pero hoy estoy aquí, como cada mañana desde hace… algunos siglos. Atrapados cada uno en una vida y una muerte que no nos pertenece.