Era dulce, delicada, salvaje… extrañamente bella.
-¿De dónde era?
Era de piel morena. Por sus rasgos podría decir que de algún lugar cálido. En cambio sus ojos eran azules como el mar. Quizás venía de allí, o de acá, o de cualquier otro sitio.
– ¿Cómo se llamaba?
Para mi era, Hera. La hache no tenía mayor importancia pues, Hera, era lo que era, y siempre que me dirigía a ella, lo hacía así.
-¿A qué se dedicaba?
La mayor parte del tiempo a estar en mi cabeza. Aún teniéndola delante no dejaba de pensar en ella, pero lo peor llegaba cuando intentaba escapar.
-¿Por qué hablamos de ella en pasado?
Me resulta más cómodo hablarle de ella así. A lo mejor es una forma de aceptar que se ha ido.
-¿Por qué se ha marchado?
Porque tenía la libertad de hacerlo, y así lo hizo. Tenía alas pero hasta entonces había decidido no usarlas. Era una mezcla entre lo terrenal y lo divino.
-¿Tiene una idea de dónde puede estar?
Lejos de esa ética secular en la que basa su investigación.
– ¿Me está ocultando algo?
Estoy respondiendo a lo que me pregunta pero usted solo usa el oido para escuchar mis respuestas.
-Estoy perdiendo la paciencia, ¿cuándo la conoció?
Sigue sin entender nada. Nunca llegué a conocerla.
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